martes, 17 de noviembre de 2015

¿A quién podrá culpar, a quién más que a sí mismo? ¡Ingrato! Le concedí cuanto podía anhelar; le inspiré la justicia, la rectitud, la fuerza para sostenerse, aunque con la libertad para caer; del propio modo creé a todas las potestades y espíritus etéreos, tanto a los que permanecieron fieles, como a los que se rebelaron, pues fueron libres los unos para sostenerse y los otros para caer. Sin esta libertad, ¿qué prueba sincera hubieran podido dar de verdadera obediencia, de constante fe o de amor, obrando sólo por necesidad, no voluntariamente? ¿De qué alabanza se hubieran hecho merecedores? ¿Qué satisfacción había de causarme semejante obediencia, cuando la voluntad y la razón (que en la razón también hay albedrío), tan vana la una como la otra, privadas ambas de libertad y ambas pasivas, cedieran a la necesidad, no a mi precepto? Así creados, conforme al derecho de que disfrutan, no pueden en justicia acusar a su Creador, ni a su naturaleza, ni a su destino, como si éste avasallara su voluntad o dispusiera de ellos por un decreto absoluto o úna prevención suprema. Ellos mismos han decidido su rebelión, no yo; yo la tenía prevista, mas semejante previsión no redunda en disculpa suya, que no por haber dejado de preverla hubiera sido menos segura. Así, pues, sin que los impulse nadie, sin poder achacarlo a una predestinación inmutable por parte mía, ellos son los que pecan, ellos los autores de su mal, en que caen deliberadamente o por su elección. Libres los he formado; libres deben permanecer hasta que ellos mismos vengan a esclavizarse, pues de otra manera me sería forzoso cambiar su naturaleza, revocando el supremo decreto, inmutable y eterno, por el cual les fue otorgada su libertad. Ellos solos causaron su caída. Los primeros culpables cayeron instigados, tentados por sí mismos y por su propia depravación; el Hombre cae engañado por aquellos rebeldes, y por eso obtendrá gracia; los otros no. Por la misericordia y la justicia triunfará mi gloria así en el cielo como en la tierra, pero la misericordia, desde el principio al fin, será la que resplandezca más. Mientras Dios hablaba así, se esparcía por todo el cielo un aroma de perfumada ambrosía que comunicaba a los elegidos espíritus de los bienaventurados el inefable gozo de un nuevo júbilo. Mostraba el hijo de Dios la expresión de una gloria sin igual; se veía en él sustancialmente reproducido su Padre en toda su plenitud; y en su rostro aparecian visibles una divina compasión, un amor infinito y una inefable gracia, que lo hicieron dirigirse a su Padre de este modo: ¡Oh, Padre mío! ¡Cuán misericordiosa es la sentencia que como supremo juez has pronunciado! ¡Que el Hombre obtendrá perdón! Por ella publicarán cielo y tierra tus alabanzas en innumerables himnos y sagrados cánticos, que resonando alrededor de tu trono, para siempre te bendigan. Pero, ¿será que el Hombre perezca al fin? ¿Que la última y más amada de tus criaturas, el más joven de tus hijos, sea víctima de un engaño, aunque su propia demencia contribuya a él? Aleja de ti tanto rigor, Padre mío, que juzgas siempre equitativamente cuanto has hecho. ¿Conseguirá así sus fines el enemigo, frustrando los tuyos y sobreponiéndose su malicia a tu bondad? ¿Verá satisfecho su orgullo, aunque sujeto a más duras penas, y logrará saciar su venganza arrastrando consigo al infierno, después de haber corrompido, a toda la raza humana? ¿Has de destruir tú mismo lo creado. y deshacer por ese enemigo lo que has hecho para tu gloria? Se pondrían entonces en duda tu bondad y tu grandeza, y se negarían una y otra, sin que fuera posible defenderlas. ¡Oh, hijo mío, en quien tanto se goza mi alma!, le replicó el Sumo Creador.
¡Hijo de mi seno, mi único Verbo, mi sabiduría y mi más eficaz poder! Conformes están tus palabras con mis pensamientos y con lo que mi eterno designio ha decretado; no perecerá enteramente el Hombre; se salvará el que lo desee, pero no por su propia voluntad, sino por mi gracia libremente concedida. Restableceré de nuevo su degenerada condición, aunque sujeta por el pecado a impuros y violentos deseos, y con mi ayuda podrá otra vez resistir a su mortal enemigo; pero esta ayuda ha de servirle para que sepa a qué extremo ha llegado de degradación, y para que a mí, exclusivamente a mí, me deba la libertad.

Paraíso Perdido, libro III, John Milton 

domingo, 9 de marzo de 2014

Duchamp degradado


De la celebración ciertamente jocosa de la vida y el erotismo en el "Etant donnes..... " de Marcel Duchamp  a su degradación en los cuadernos que representan la obsesión y el odio del psicópata Paul Spector en The Fall. No se si los guionistas y directores artísticos tenían en mente esta obra de Duchamp. Pero no es descartable, porque Paul es mostrado como alguien inteligente y cultivado y el resto de su cuaderno -su propia pornografía en palabras de Stella Gibson-, están llenas de referentes a desnudos de grandes artistas. Mientras ellos celebran el cuerpo de la mujer, él lo degrada.

sábado, 25 de enero de 2014

Citas: Tirarse por la borda




Acabo de terminar de leer "Metafísica de los tubos" de la increíblemente inteligente Amèlie Nothomb, una mis favoritas, cuando retomo "Algo supuestamente divertido que jamás volverá a hacer de otro de mis autores favoritos más queridos, David Foster Wallace. Salvo la inteligencia, hábil manejo de la ironía e igual amor por la precisión en la elección de las palabras, sus estilos no tienen nada en común. La luminosa, ágil y desgustadora Amèlie y el opaco, exquisito y lucido de David. O quizás sí. Iguales conclusiones a lógicas semejantes. Escribe Amèlie:


"Existe el crecimiento y existe la decadencia; entre ellos no hay nada. (...) Eres un tubo procedente de otro tubo. Estos últimos tiempos has tenido la gloriosa sensación de evolucionar, de convertirte en materia pensante. Bagatelas. ¿Acaso las bocas de las carpas te pondrían tan enferma si no vieras en ellas un innoble reflejo de ti misma? Recuerdo que eres tubo y en tubo te convertirás. (..) La vida es lo que ves. Membrana, tripas, un agujero sin fondo que exige ser rellenado. La vida es ese tubo que engulle y permanece vacio. (..) Hipnotizada me dejo caer en el estanque. (81-83)
"....desde lo alto de aquel magnífico acantilado, miles de personas se mataron porque no quería que les mataran, miles de personas se lanzaron hacia la muerte porque le tenían miedo a la muerte. Hay aquí una lógica de la paradoja que me deja estupefacta. (...) Pero insisto en pensar que la mejor razón para el suicidio es el miedo a la muerte".(89)
Metafísica de los tubos, Anagrama 2001, traducción Sergi Pámies.



y David nos cuenta:



"...la misma intuición del mar como nada primordial, algo sin fondo, una profundidad habitada por seres llenos de dientes ...(..) Y el océano en si resulta(...) básicamente una enorme máquina de pobredumbre. El agua del mar corroe los barcos a una velocidad asombrosa: los oxida, exfolia la pintura, saca el barniz, apaga el brillo, cubre los cascos de los barcos de percebes, algas kelp y una mucosidad indefinida marina omnipresente que parece la misma encarnación de la muerte. (17-18)
(...)
Hay algo insoportablemente triste en los cruceros de lujo masivos. (...) me sentí desesperar. La palabra se ha banalizado ahora por el exceso de uso, desesperar, pero es una palabra seria, y la estoy usando en serio. Para mi denota una adición simple: un extraño deseo de muerte combinado con una sensación apabullante de mi propia pequeñez y futilidad que se presenta como miedo a la muerte.(...) Se parece más a querer morirse a fin de evitar la sensación insoportable de que uno es pequeño, débil, egoísta y de que, sin ninguna duda posible, se va morir. Es querer tirarse por la borda. (15)
Algo supuestamente divertido que jamás volveré a hacer, Mondadori DeBolsillo, 2013, traducción Javier Calvo


Amèlie sobrevivió a su temprano amago de suicidio ( si hemos de creerla) declarando haber vencido el miedo a la muerte. David, convivió con él hasta que, suponemos, lo superó cuando su último intento tuvo éxito en septiembre del 2008.